Siempre se habla de las red flags cuando vamos a elegir pareja. Siempre tenemos miedo de no saber si la persona que estamos conociendo va a ser alguien capaz de comprometerse, de ser respetuosa, de validar nuestra existencia y ayudarnos a crecer.
Hemos aprendido a estar calificando las acciones de los demás, como si fuéramos catadores de vino, eligiendo cuál es el mejor. Pero en realidad, lo que hemos logrado con eso es enseñarle al cerebro a estar buscando solo los motivos que nos den sustento para no establecer una relación. Hoy nos encontramos con que no sabemos comprometernos, con que estamos esperando siempre que el otro dé, que el otro nos complemente, sin darnos cuenta de qué es lo que nos está haciendo falta por dentro. ¿Qué es eso que yo tengo que trabajar en mí, para romper patrones y para encontrarme como un ser que merece?
“… ¿Qué es eso que yo tengo que trabajar en mí, para romper patrones y para encontrarme como un ser que merece? …”
En la película Las ventajas de ser invisible, hay una escena en la que un alumno le pregunta a su maestro, con el corazón roto, por qué nos enamoramos de personas que no nos convienen. Y el maestro le responde: “porque elegimos el amor que creemos merecer”.
Entonces, ¿qué tendría que trabajar yo internamente para elegir diferente?, ¿para dejar de tropezar con la misma piedra? En este artículo quiero enfocarme en que, en vez de poner toda la atención en “la piedra”, empecemos a mirar qué es lo que pasa dentro de mí que hace que esa piedra encaje tan bien en mi vida.
“… En vez de poner toda la atención en “la piedra”, empecemos a mirar qué es lo que pasa dentro de mí que hace que esa piedra encaje tan bien en mi vida …”
Ese trabajo personal aplica tanto para la pareja que estás buscando, como para la pareja que ya tienes. Porque si ya tienes una relación, a todos nos interesa que sea duradera. Habrá quienes todavía tienen sus corazones infantiles y no saben cómo comprometerse. Pero también es cierto que el cuerpo, el cerebro y hasta las hormonas nos llevan a anhelar certeza, a querer descansar en la confianza y en la intención de la persona con la que estamos. Buscamos eso que nos dé seguridad de que esto puede ser eterno. Y eso es una necesidad natural.
Entonces, si ya estás en una relación con cierto nivel de compromiso —ya sea matrimonio o como tú lo quieras llamar—, la pregunta es: ¿cómo hacemos para que esto realmente se mantenga?, ¿cómo evitar que termine en ruptura y que eso se viva como un fracaso?
A continuación, te enumero algunas red flags que tal vez no estás viendo, pero que podrías estar activando tú misma o tú mismo. No para que califiques a la otra persona, sino para que detectes qué hábitos estás formando hoy que pueden volverse obstáculos mañana.
- Esperar que la relación no cambie
Una gran red flag es vivir con la idea de que la relación debe mantenerse igual. Pero las relaciones evolucionan. Todo cambia: cambia porque los hijos nacen o se van, cambia porque ahora trabajas o ya no trabajas, porque envejecen los padres o porque simplemente tú cambias.
Si te aferras a la idea de que nada debe cambiar, entonces no estás entrenando a tu relación para adaptarse. Y lo que no se adapta… se rompe. - No “hacer común”
Esto no es solo comunicar. No se trata solo de decir lo que piensas y que el otro lo escuche. Hacer común es compartir tu proceso: qué estás sintiendo, cómo estás interpretando lo que el otro dice, cómo te estás viviendo tú.
Cuando no hacemos común nuestro proceso, la relación se llena de suposiciones, adivinanzas y silencios. Le pedimos al otro que nos adivine, que entienda sin que hablemos. Y así, cuando algo falla, no hay oportunidad real de cambiarlo, porque nunca lo verbalizamos.
Las parejas que han aprendido a poner en común sus procesos tienen más probabilidades de resistir. Porque entrenan al corazón a estar dispuesto al cambio, a perdonar, a confiar en la capacidad del otro. Y sobre todo, a amar desde la imperfección. - Manipulación emocional
Este hábito puede ser muy sutil y a veces hasta inconsciente. Es cuando creemos que nuestro enojo debe provocar una reacción en el otro. Que si yo hago silencios, azoto puertas o camino más fuerte, el otro va a evitar repetir ese comportamiento que me molesta.
Pero eso no es enseñar: es manipular.
Cuando entrenas al otro a comportarse para evitar tu malhumor, estás rompiendo su libertad. Ya no está actuando como pareja, sino como hijo o hija. Su única meta será que no te enojes. Y eso no es amor: es miedo.
A largo plazo, esto crea una relación tóxica, en donde tú pareces el villano y la otra persona, la víctima. Y así no se construye una relación duradera.
Estas son solo algunas red flags que podrías estar activando desde tus propios hábitos. Y no es para culparte, sino para tomar conciencia. Porque si quieres construir una relación sólida, necesitas trabajar también en ti.
“… La idea es que puedas empezar a practicar hábitos green flag, que sí construyen y dan garantía de futuro. Que puedas visionar una relación en donde ambos sepan reparar, escucharse, equivocarse y mejorar …”
La idea es que puedas empezar a practicar hábitos green flag, que sí construyen y dan garantía de futuro. Que puedas visionar una relación en donde ambos sepan reparar, escucharse, equivocarse y mejorar.
Porque incluso si hoy estás cayendo en hábitos que lastiman, también puedes aprender nuevos que sanen. Y eso es lo que garantiza el amor: no la perfección, sino la capacidad de evolucionar juntos.
“… Y eso es lo que garantiza el amor: no la perfección, sino la capacidad de evolucionar juntos …”
Ana Tamara Robles Pliego
Lic. en Ciencias para la familia
INSTAGRAM: tamararoblesp