Los niños y adolescentes representan el futuro de la humanidad, y su bienestar debe ser una prioridad para cualquier sociedad. Reconocer sus derechos es fundamental para garantizar su desarrollo integral, su dignidad y su participación activa en la vida social. Estos derechos están respaldados por la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado internacional adoptado por las Naciones Unidas en 1989, que ha sido ratificado por la mayoría de los países del mundo.
“… Deben ser respetados sin importar su raza, nacionalidad, sexo, religión, condición económica o situación familiar …”
Esta convención establece que todos los menores de 18 años tienen derechos fundamentales que deben ser respetados sin importar su raza, nacionalidad, sexo, religión, condición económica o situación familiar. Entre los más importantes se encuentran el derecho a la vida, a tener un nombre y una identidad, a recibir educación, a gozar de una buena salud, a vivir en un ambiente familiar seguro y a ser protegidos contra cualquier forma de violencia, abandono o explotación.
“… Derecho a la vida, a tener un nombre y una identidad, a recibir educación, a gozar de una buena salud, a vivir en un ambiente familiar seguro y a ser protegidos contra cualquier forma de violencia, abandono o explotación …”
Además, los niños y adolescentes tienen derecho a expresar sus opiniones y ser escuchados en los asuntos que los afectan. Este derecho a la participación es clave, ya que les permite desarrollar una conciencia crítica y aprender a tomar decisiones desde una edad temprana. También fomenta la construcción de una sociedad más democrática, justa y equitativa.
No obstante, en muchos países estos derechos no se cumplen de manera efectiva. Millones de niños y adolescentes sufren de pobreza extrema, abandono, discriminación, trabajo infantil, violencia doméstica o falta de acceso a una educación de calidad. Estas situaciones los colocan en una posición de vulnerabilidad que afecta profundamente su desarrollo físico, emocional e intelectual.
Por esta razón, es indispensable que el Estado, junto con las familias, escuelas y la sociedad en general, trabajen juntos para garantizar la protección de los derechos de los niños y adolescentes. Las leyes deben aplicarse con firmeza, y deben existir políticas públicas que apoyen a las familias, especialmente a las más vulnerables, para que puedan ofrecer a sus hijos un entorno digno, afectuoso y seguro.
“… Ellos son el presente y el futuro del mundo …”
Además, es necesario fomentar una cultura de respeto hacia la niñez y la adolescencia, donde se reconozca su valor, se les escuche con atención y se les incluya en decisiones importantes. La educación en valores, la empatía y la promoción de espacios seguros para su desarrollo personal son fundamentales en este proceso.
En conclusión, proteger los derechos de los niños y adolescentes no es solo una obligación legal, sino también una responsabilidad moral y social. Ellos son el presente y el futuro del mundo. Invertir en su bienestar, educación y desarrollo es invertir en una sociedad más humana, solidaria y justa para todos.
Johanna Guadalupe Castañeda Ruelas
Alumna del 4to. semestre
Plantel CECyTE Hermosillo II



